Fantasmas hambrientos
Concierto de Wolf Parade. Sala Apolo / BCN diciembre 2005
19:45 Parece que se me (nos) pasó la mano. Somos los únicos giles (Eduardo y yo) a los que se les ocurrió llegar a la Sala Apolo casi 2 horas antes de la hora del concierto. Con toda la expectativa del álbum debut de esta banda canadiense, mas la grata sorpresa de un concierto a poco de la edición del CD en España, además del hecho que solo habría venta de entradas el mismo día y, para cerrar la cosa, pase libre para los que aún tuviesen en sus manos los abonos de la última edición del Primavera Sound, cualquiera pensaría que la cosa se pondría tumultuosa desde temprano. Pero no. Yo creo que tiene que ver con la tibieza con la que la gente recibe aquí acontecimientos similares. O con que yo vengo de un sitio donde algo así nunca ocurre.
De todas formas, de a poquitos, el recinto terminó llenándose, entre seguidores entusiastas, comparsas de los mismos, curiosos y algunos que parece que solo fueron por el mero hecho de tener la entrada libre. Cuestión de puntos de vista, pero me parece que si a mi me dan un pase gratis para ver a, digamos, Devendra Banhart (por mencionar a algún artista que me disguste), no voy. As simple as that.
El caso es que no fueron 2 horas las de espera, si no casi 4. Habrá sido culpa de la banda o de quién sabe qué, pero el tema es que demoró una eternidad la apertura de puertas. Y a eso habría que sumarle la otra larga espera para que la bulla al fin comenzase. Al frente salió un Dante Decaro, ex Hot Hot Heat, guitarra y armónica en mano, a tocar temas propios muy a lo Dylan. Un poco de confusión al principio, ya que 2 de los integrantes de Wolf Parade, Arlen Thompson y Hadji Bakara, salieron junto al susodicho haciéndole el respectivo acompañamiento. Luego se comprobaría que el tal Decaro ahora es el quinto integrante de la banda. Al margen de las similitudes (como ya dijimos) a Bob Dylan, lo de Decaro tampoco anduvo tan mal. Aunque, claro, las demoras, mas el ruido del respetable, no permitieron una escucha mas atenta.
En fin, un rato después salieron (¡al fin!) los famosos lobos a comerse el escenario. Y digo comerse porque le metieron harto punche y velocidad a casi todos los temas que nos ofrecieron aquella noche. Ahí salió al frente Dan Boeckner, con un look (¿pose?) a lo Iggy Pop y arrancaron inmejorablemente con 2 de mis favoritas del disco, It’s a curse y Dear sons and daughters of hungry ghosts. Con esta última canción descubrí (¿será que me estoy volviendo desorejado con los años?) que los vocalistas eran 2, al empinarme y ver en una esquina, en los teclados y como dedicándole la canción al suelo, a Spencer Krug, quien además parece ser el fundador del grupo. Entonces, tal como ocurre en el álbum, ambos vocalistas se repartieron los temas, donde además hubo lugar para un par de nuevas canciones y otra del EP de promoción. Se pudo notar ausencia total de bajo cubierta por (según teoría de Eduardo, mas entendido en el tema) los retumbes del bombo del batería Thompson. Decaro en otro costado con la segunda y algún que otro coro tímido y, completando el cuadro, Bakara con el theremin y la caja de efectos (o como se llame eso), que levantaba por sobre la cabeza de vez en cuando, cual éxtasis musical. La rapidez que metieron a todo el set dio mucha fuerza a un insuperable empalme de You are a runner and I am my father’s son con Fancy claps ¡Me cuesta entender cómo no se armó un pogo ahí! Una vez mas, la tibieza ya mencionada... Pero la misma rapidez quito brillo a otros temas como Shine a light o Dinner bells. Al final, poquito mas de una hora de concierto que, con pequeño bis en donde soltaron Modern world y I believe in anything, y a pesar de lo breve, dejó un muy buen sabor de boca.