Imposible Redención


LADY VENGEANCE / Dir. Park Chan Wook (Corea del Sur, 2005)
La Venganza - ya la habremos sufrido, ya la habremos gozado- nos desconoce; viviendo con ella, la redención en perfecta simbiosis. En la película final de esta Trilogía de la Venganza, Park Chan Wook termina de recrear una vida mas sentenciada a buscar inexorablemente la disculpa que quita el sueño, el horror que encuentra un motivo. Una bella joven de 20 años, Lee Geum-ja, condenada a prisión por un crímen cuya inocencia es relativa, diagrama un plan cuya ejecución conlleva la ayuda de sus compañeras presidiarias, a quienes las hizo venerar como a un angel y comprometerlas en la ejecución de la tarea. El relato progresa entonces descifrando los hechos anteriores al asesinato, en narración aleatoria y a veces incómoda, agravada por los subtítulos.
He sostenido, menos certeza, mas pasión - y aunque la frase no sea mía - que en los últimos años lo mejor del cine ha venido de Asia. En la Filmoteca de Lima conocí el cine de Takeshi Kitano, maestro de Chan Wook y referente ineludible, ultraviolencia con profundidad metafísica en cuadros hermosos. La elaboración de Lady Vengeance carece de la complejidad de su predecesora Oldboy, bastante obvio si consideramos a esta última, discutiblemente, como la mejor película de la década. No obstante, nuevos cuestionamientos al derecho a la vida y a la irrelevancia de nuestra voluntad frente al destino se hacen presentes.
Una vez finalizado el cometido, la vida se revela distinta en palabras de Chan Wook: La venganza hace nacer en el héroe a una persona nueva, poniendo fin a su tediosa e irrelevante vida. Cuando ésta se haya cumplido, el fin de esta persona nueva deberá ser enfrentado, el placer de una razón para vivir tal vez no encuentre reemplazo, pues ya lo dice el vals, el rencor duele menos que el olvido.

Trailer

Carnaval Balcánico

BEIRUT - "Gulag Orkestar" (2006)/ Ba Da Bing!

Cada cierto tiempo, nos vemos sorprendidos por algún nuevo ciber-talento, o web-celebrity. Alguien que se las arregla para encontrar el suceso que generaciones enteras buscaban durante toda una vida, y que consiguen en apenas un par de años, acaso meses. Hay jóvenes que crean buscadores en la web, servidores para alojar vídeos o venden los pixeles de su página web y se embolsan una millonada de dólares; hay también quienes reparan en una de las fantasías mas rankeadas de la vida urbana, esto es, un paseo por el Viejo Continente, el este incluído, por el cine de Kusturica y las bandas sonoras de Yann Tiersen, y a cobrar: la blogósfera entera se empeña en demostrar quién lo vió primero.
Suelo ser bastante desconfiado de estas web-celebrities, menos por cainófobo que por el ya mencionado hype versión myspace (hace poco, Q probó la idea de lanzar al estrellato a la banda mas mediocre del mundo a partir de una red de amigos de la mencionada web, ver aquí y aquí).
Sin embargo, los enlaces de Zach Condon, 20 años y proveniente de Albuquerque, NM, se multiplicaron y en meses era imposible evitarlo.
Condon nos sumerge en esta, su propia visión, del Viejo Mundo. Las fotografías coloreadas de balalaikas, ukeleles, acordeones y trompetas sirve de escenario para una voz que se convierte en un instrumento más, conductor de melancolías y cargado de con resemblanzas a David Byrne, o mas bien, a los imitadores del vocalista de Talking Heads, empezando con Clap your hands say yeah! y paro de contar.
Abre los once temas, poco mas de 37 minutos, la fúnebre Gulag Orkestar, recuerdos de procesiones y olor a incienso, para dar paso a los mejores momentos del álbum, alcanzando el clímax con el tándem Brandemburg - Postcards From Italy, esta última lo mejor del disco. En Scenic World, Zach recalca que la intención primaria de las voces es hacer de ellas un instrumento, mas allá de las letras.
Un album notable, una propuesta original que opaca definitivamente la monotonía sonora de la escena independiente. Y un bálsamo efectivo para quienes habíamos perdido la confianza en tiempos de blogs, youtubes y myspaces.

Bajar "Postcards From Italy"

Beirut - Postcards From Italy

Nórdica Independencia

PETER BJORN AND JOHN – “Writer’s Block” (2006) / Wichita


Suena contradictorio, pero normalmente nuestro ámbito de exploración para propuestas de indie rock, están centradas en regiones no tan independientes como Norteamérica y el Reino Unido. Pero pasa algo fuera de sus linderos?

Los países no anglo sajones han sido catalogados como fuente regular de estilos alejados del rock: electrónica, jazz, experimentación, etc; pero desde hace un par de años nuevas generaciones de músicos en estos países quieren invadir otros territorios y lo principal, expresarse en ingles y no en su lengua materna: por ejemplo el movimiento shoegazer en Francia (M83, Aswefall) y en Noruega (Serena Maneesh); el electro/rock de Soulwax (Bélgica), pero ha sido Suecia, quien ha podido generar un buen puñado de bandas / solistas con cierta calidad para lograr cierto impacto fuera de sus fronteras: el lo-fi de The Radio Dept., las baladas de Jose Gonzales, el electro pop de The Knife, y el indie rock de The Concretes, The Legends y principalmente Peter Bjorn and John.

“Writer’s Block” es el tercer álbum de esta banda formada en Estocolmo hace ya 7 años y las ideas son otras respecto a sus álbumes anteriores. Con una banda mas madura, son mejores contando historias y catalizando sus propias reflexiones, manteniendo la frescura de espíritus libres. El complemento ideal a esas letras tan vivenciales, es el sonido bastante original que amalgama influencias del post punk y new wave de comienzos de los ochenta, psicodelia noventera y pop sesentero; que transforman la obra en una de las mejores instantáneas de este año: puro indie rock (no se que otra etiqueta le quedaría mejor).

Luego del breve intro, el eléctrico auto exorcismo de Peter Morén en “Objects Of My Reflection” nos cala realmente ondo; la juguetona “Amsterdam” nos deja pegados en la vagancia con ese silbido repetitivo y la relajada voz de Björn Yttling. “Up Against The Wall” podría ser incluido en cualquier soundtrack del hype de los 2000’s; “Paris 2004” y sus delicadas guitarras anda a media onda entre Aztec Camera y Prefab Sprout; “Roll the Credits” se expande en un narcótico y repetitivo sonido campestre digno de cualquier buen manual de psicodelia.

Pero los mejores momentos del álbum vienen dados por la angustia power pop de la psicodélica “Star to Melt” y sus monolíticos crescendos de guitarras; la triple composición (incluido John Eriksson) “The Chills” con sus aceleradas y sintéticas percusiones en contraposición a las etéreas voces; y finalmente esa declaración dos almas desnudas de recién iniciados, donde el perfecto dialogo entre Peter y Viktoria Bergsman (The Concretes) suena a pura adolescente confesión amalgamados con unos sublimes arreglos de maracas, percusiones y bajos profundos que convierten a “Young Folks” en uno de los singles del 2006.

El momento indie del año viene de Suecia con mucha emoción y delicadeza.


Peter, Bjorn & John - "Young Folks"


Apología al Rock

Concierto de Gustavo Cerati (Lima – Septiembre 2006)

En principio la noche no pintaba como una memorable, todo lo contrario: un día muy duro en el trabajo, el horario del concierto no era el mejor, casi 40 minutos desde mi casa hasta el lado opuesto de la ciudad (quien se le ocurrió hacer el concierto en la ex Feria del Hogar!), el clima generoso de Lima que contribuía a mi bastante avanzado resfrío y principalmente mi actitud ante lo que el argentino pudiese producir en el escenario.

Después de haber presenciado (no estoy exagerando) el gran concierto que ofreció el Gus en el 2003 en plena gira del “Siempre es Hoy” (BMG – 2002), que encontraba al ex - Soda en un punto de apertura tecnológica, retraída en su ultima entrega “Ahí Vamos” (Sony – 2006), mis expectativas no eran altas. Se habría convertido ya en un dinosaurio sufriendo crisis de la edad madura?

Luego de un mesiánico inicio, tan inesperado como no tan sorprendente, el ahora camaleónico Cerati toma en serio su nuevo papel, el telón se abre (o literalmente baja) con “Al fin sucede” – inicio también de su último álbum – y así comienza su karaoke personal.

Apoyado con una sólida banda de personajes igual de trasnochados – profesionales con bastante recorrido como Richard Coleman – en la primera parte del concierto, Cerati repasa principalmente una a una las canciones del “Ahí Vamos”, sin mayores variantes, pero con una fuerza que si justifica su tan mentado “back to basics”. En esa primera hora y media, no fueron los correctamente bien interpretados temas del último álbum lo que nos queda en la memoria, sino las feroces revisiones (en tono mas guitarrero) de un par de temas de Soda: aquel “Toma La Ruta” del “Dynamo” (CBS – 1993) y “Ecos” rescatado del “Nada Personal” (CBS – 1985).

Tras un débil set acústico (incluso me dio tiempo de ir a comprar una cerveza), una forzada versión mas eléctrica de “Cosas Imposibles” y una coreada “Vivo”, se produjo el bis obligatorio y dio paso a los mejores minutos de la noche.

Con “Lago en el cielo” y “Crimen”, Cerati nos recordó la facilidad que tiene para tocar nuestra sensibilidad, “Planta”, “Puente” y la final “Jugo de Luna” nos dejaron claro la habilidad del bonaerense para crear armonías con las guitarras; mientras que “Prófugos” y “Paseo Inmoral” desplegaron el concepto de este (ahora viéndolo en retrospectiva) muy buen concierto: el rock tiene estirpe dura, siempre estará vigente, inclusive con los avances tecnológicos y los cambios de tiempos. Un verdadero homenaje a este estilo musical y a sus influencias (ese gran empalme de “Paseo Inmoral” con “The Jean Genie” de Bowie). “Stadium Rock”? Quizá en parte, pero lo que nos deja claro es que Cerati (y el rock) aun están vigentes y en buen estado.


Finalmente, les dejo algunas filmaciones y fotos que hice del concierto.

"Lago en el Cielo"



"Toma La Ruta"

Un Buen Vintage


M. WARD - "Post-war" (2006)/ Merge
En la costa oeste todavía queda espacio para añejar el rostro a punta de nostalgia; habría que culpar a los aromas de Napa Valley o del condado de Sonoma, o a las mujeres que se olvidan en botellas de Merlot de 10 dólares, pero que dejan su registro en la agridulce y áspera voz de Matthew Ward.
Lejos de enmendar el pasado, M. Ward pareciera copar la ya mentada nostalgia desde un punto de partida distinto cada vez, técnica conocida en las aulas de primaria como "Horror Al Vacío"; sea ésta la autocompasiva de "Transfiguration Of Vincent" (2003) o la de épocas mejores, en las que los DJ's respondían a sus gustos antes que a diagramas en Excel de grandes corporaciones discográficas, como en "Transistor Radio" (2005). Esta vez, las imágenes de una post-guerra 40's-50's no solo se dibujan y desdibujan en los tremolos de la Epiphone con palanca brigsby, denuncia tambien el obsoleto y efímero apogeo americano con que nacieron los baby boomers.
La vida en menos de 18 meses, transcurrida grabando y produciendo albums como aquel honestísimo "I'm The Resurrection - A Tribute To John Fahey" (con otras legendarias guitarras independientes como Lee Ranaldo de Sonic Youth o Jason Lytle de Grandaddy), o haciendo el score y algunos cameos para la próxima "The Go-Getter", no le ha velado el rostro de trovador. Como aquel intruso que se atrinchera en la esquina de la sala y le da a la guitarra, tomando en cuenta -aggh- esas politonales y audaces canciones, desliza la noche entre botellas y buen rock and roll.

M. Ward en The Late Show With David Letterman

Parodia fraternal

THE FIERY FURNACES - "Bitter Tea" (2006) / Fat Possum

Los hermanos Friedberger llevan unos pocos años tocando y experimentando con cada nuevo álbum o EP al que se enfrentan y yo ni caso. Nacidos en Illinois, no dudaron en afincarse en la prolífica Gran Manzana, mismo lugar de donde vienen las propuestas menos convencionales de la música actual.

Lo primero que oí de ellos venía del "Blueberry Boat" (2004) y me costaba entender las críticas favorables hacia lo que este dúo ofrecía. Pero, como ya se me hace patente, una escucha radial (esta vez en AccuRadio ) me hizo por un momento recapacitar en mis apreciaciones. La canción culpable de lo mismo fue Benton Harbor Blues, tal vez lo más accesible que esta banda haya compuesto a la fecha. Así que ipsofacto a internet a buscar el resto del álbum, a ver que tan cierta era la cosa. El asunto es que luego de una primera y apurada escucha, no pude si no acogerme únicamente al tema que me animó a darles una chance, que además, en esa versión, solo estaba al final del CD, a manera de bonus track. Casi todo lo demás fue como un sopapo.

Parece que el señor Matt no se anda con chiquitas a la hora de meterle arreglos y deformar todo lo que en principio podrían ser melodías amables, canciones de pop simple y sin florituras. Las guitarras acústicas de antes ya ni están. Todo son teclados que parecen de juguete y efectos de sonido espacial. In my little thatched hut suena tétrica, psicodélica y, al mismo tiempo, a canción de algún villano de la Marvel. Eleanor canta a veces como jadeando, como si la estuvieran persiguiendo. Y de nuevo los efectos rarísimos. Los cambios de ritmos inesperados se suceden unos a otros. Luego Matt nos canta al revés, como burlándose de esos mitos que decían que si al Hotel California de los Eagles lo escuchabas al revés se escuchan mensajes satánicos ¡Y todo eso en una sola canción! I'm in no mood sigue la misma nota igual de tétrica, como una segunda parte de la anterior, dando hacia el final la apertura de la triste balada que es Black-hearted boy. La canción que da nombre al álbum es decididamente oriental y tiene una introducción que parece broma. Teach me sweetheart es una de las cumbres del artefacto en cuestión, en donde los cambios se suceden, digamos, de forma más natural. Pero no es hasta The Vietnamese telephone minis (el nombre lo dice todo) en donde ya se les termina de ir la olla a Matt y Eleanor. Esa sí que no hay por donde cogerla, al igual que Oh Sweet Words, donde hasta tributo a Billy Jean le meten o Whistle Rhapsody, especie de Pink Floyd o (claro) Queen revisitado, con un insoportable pitido al medio de la misma ¡Cuidado con los tímpanos!

Ahora, si te saltas lo anterior seguramente que igual de entrada tampoco te guste, pero cuando menos lo pienses y sin darte cuenta te pondrás a dar bailecitos estúpidos al compás de Bitter Tea o Borneo.







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