Miguel Guzmán, Pintor


Antecede al primer vistazo a sus obras, una absurda impresión sobre Miguel. Tomé medio segundo en imaginar sus cuadros llenos de flamingos, texturas y colores que harían al crítico referirse a la "calidez latina" de sus pinturas, la ingenuidad del hispano, Frida y la puta madre. Error, el artista trabajaba en acrílicos sobre imágenes digitales. Lo que es, Miguel tergiversa imágenes, subvierte el hecho y lo hace suyo. Miguel, en resumen, documenta.
La obra de Miguel es un cuestionamiento frontal, no a la libertad sino a su petrificada versión americana. Aquella mole que impone con aplomo sus valores morales, que encubre bajo su sombra los crímenes y tragedias de una guerra, no parece tener ojos para sus horrores.
La denuncia no sorprende por novedosa como por lúcida, a la precisión del ángulo con que enfoca la escena le sucederá el dramatismo de la gangrena, el óxido, la sangre. Lucidez difícil de mantener en la Florida del otro Bush, aquella de la parafernalia cristiana y la paranoia anti-musulmana.
Miguel expondrá en New York, su ciudad natal, en la semana del cuarto aniversario del 11 de setiembre, y acaso la Gran Manzana esté lista para escucharle.