El baile en el llano
ANIMAL COLLECTIVE - Feels (2005) / Fat Cat
A estos no se les puede clasificar. Un amigo mío, vecino de mesa y compañero de automatismo laboral, estuvo probando términos, como para matar el rato: “neo-psicodelia”, “desconstructivismo musical”, “vanguardia circense” (este es el que me gusta más). Y es que la banda conformada por personajes como Panda Bear, Avey Tar (primero), Geologist y Deaken (después) hace tiempo que hace música muy, pero muy rara. No mucho tiempo atrás había cometido el error de juzgarlos tras solo oír los samples de su album anterior, “Sung Tongs”, experimento mas acústico y ligado al folk y la psicodelia.
Sin embargo, una escucha accidental por la radio de la primera canción promocional de “Feels”, “Banshee beat”, me hizo caer rendido. Donde sus mas de 8 minutos se pasan como si nada, entre las maravillosas fluctuaciones melódico-instrumentales (si cabe el término), que me hacían recordar a cosas hechas por múm o incluso Sigur Rós. Al datearme por ahí que Kristín Anna Valtysdottir (múm) habría metido mano en los teclados de algunas canciones, empecé a atar cabos. “Loch Raven” confirmó mis sospechas, siguiendo aún mas claramente esa pauta, optando por una instrumentalización aún mayor y todo este juego de capa sobre capa. Con estas 2 gemas me animé a hacerme del álbum. Y he de admitir que en un principio me impactó en el mal sentido, ya que el resto del mismo sigue coordenadas diferentes a las canciones mencionadas. Pero justamente esta variedad, con elemento marciano-experimental, es la que hace que con cada escucha uno los vaya queriendo más a estos animales. Y temas tan potentes como “Did you see the words”, “Grass” o “The purple bottle”, terminan por confirmar este como uno de los mejores lanzamientos de este año. Por momentos no puedo evitar relacionarlos a la etapa experimental de Pink Floyd, y, mas en especial, a esa rareza de alegato llamado “Several species of small fury animals gathered together in a cave and grooving with a pict”. De todas formas, creo que estos neoyorquinos están en otra galaxia, con sus drones, voces infantiles y coritos animalescos.
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