Por la ventana del tren

VIAJES DE PERRO / Rafo León. Ed. Aguilar. Perú (2005)


Al ver este libro por primera vez uno se puede llevar ideas equivocadas. Lo primero sería pensar que es un compendio de los viajes que el autor nos ha ido relatando a lo largo de su programa televisivo. Y que a lo mejor por ahí hasta se enumeraban consejos y demás aditamentos, a lo Lonely Planet. También es cierto que con esa edición poco acertada, en material, colores y ese perro peruano brilloso de la carátula, esta primera idea se pueda reforzar. Pero nada mas lejano. Aunque relatos de viajes hay, pero hechos desde un punto de vista mas personal, y casi como excusa para que Rafo León vaya desdoblando su propia y peculiar personalidad, en la que la faceta "conductor de programa" es solo una de las tantas a las que a dedicado parte de su vida, que pareciera, a su vez, siempre haber estado ligada a la idea del viaje, del constante movimiento.

Tomando como punto de partida uno de sus destinos mas frecuentes, la Ciudad Imperial (Cuzco, no?), y casi a manera de repaso de sus memorias, el autodenominado literato tardío nos va narrando una a una un sinnúmero de experiencias y sus correspondientes anéctodas, que, claro, principalmente se desenvuelven "a lo largo y ancho del territorio nacional". Aunque dos de las mas memorables sean las vividas en sendos viajes a Cuba a inicios de los 80 y a China, mas recientemente. Acerca de esta última tengo que reconocer que desde "La vida exagerada de Martín Romaña" (Alfredo Bryce) no me reía tanto.

El creador de la China Tudela no duda tampoco en dejar sus flaquezas en el papel, empezando con sus problemas con el alcohol. Lástima, eso sí, que en algún punto del libro se ponga a reivindicar sus derechos de fumador-contaminador, culpando a los fumadores pasivos (concientes de ello) de imponer "reglas de juego que pintan claramente un sistema reaccionario de discriminación". Uy, que bien recibida sería esa frase por estos lares. Bueno, si Bryce y Vargas Llosa son adeptos a las corridas de toros, esto no sería mas que un punto en contra de quien justifica su afición (la de los viajes) de esta forma: "Yo viajo, no documento ni investigo, no soy especialista en nada y suelo ser un pésimo orientador para los viajes de otros porque me resulta muy difícil retener nombres... Para mi, viajar debe ser lo mismo que para el perro de la familia cuando lo sacan en auto: la oportunidad de asomar la cabeza al viento y dejar lagrimear los ojos ante el espectáculo de un mundo que por fin toma impulso, para irse."