Juno es también el soundtrack que revive a The Moldy Peaches. El director Reitman a Ellen Page: -"¿Qué crees que escucharía Juno?" -"...The Moldy Peaches!". Entonces, el grupito que en un lejano 2001 apenas dejó el recuerdo del candido nombre, empieza a reunirse, reeditarse, y repoblar los estudios de cuanto late-night show se pueda ver. Prescindiría de ellos en cualquier lista, pero la escena final de la película encuentra en la simpleza de esos acordes y en la letra de Kimya Dawson, el encuadre que mejor le va: el de una historia de amor adolescente.

Pero sobre todo, Juno es la actuación de Ellen Page. No solo retrata a la perfección un personaje que de otra manera sería poco creíble -la smart-ass kid, como también lo hizo en Hard Candy- sino que nos envuelve también en la progresiva decepción del mundo adulto que ella pensaba dominar. De la temprana cautivación por el yupster/coleccionista de comics/admirador de cine gore Jason Bateman al progresivo descubrimiento de su inmadurez crónica, mas la desilusión que la lleva al desenlace, se marca una distancia generacional. Distancia con respecto al indie-yuppie que ha preferido enclaustrar sus pasiones y que ha jubilado la radicalidad de sus posiciones a cambio de una vida confortable y una esposa linda, pero sobretodo, se abstiene a retirarse de una fiesta que ya no le pertenece. Pueden sumar al pedófilo que tortura en Hard Candy; Ellen Page, lo piden estos tiempos, le pone rostro de optimismo a la chibolada que se viene.