Amor en tiempos de farándula
DELIRIOUS / Dir. Tom DiCillo (2007) EE.UU.
"Hey now now, we're goin' now now, and we ride the bus there..." Hacía tiempo que no se me pegaba tanto una canción de una pela. Canción que solo pude constatar al vuelo en los créditos finales (¿Por qué los pasarán siempre tan rápido?). Canción que tal vez sea el one hit wonder de los neoyorquinos The Cloud Room, aunque, siendo justo, por ahí se salvan unas 2 o 3 más en su álbum debut de 2005. Canción que consiguió mayor fama, según descubrí en la web, gracias a un comercial de Pepsi (no veo mucha tele, así que no me entero de esas cosas).
Así que por ahí bien, un buen soundtrack, dentro de mis cánones, ya me pueden alegrar la visión de un largometraje (quítale el soundtrack a Maria Antonieta y tienes un bodrio soberanamente caprichoso y aburrido). Por más que los Dandy Warhols (mala copia de los Stones, a los que además no trago) de los créditos iniciales no me cuajen del todo. A esto le añadimos a un cineasta al que descubrí hace poco como Tom DiCillo, uno de los tantos perfiles bajos (si cabe) del cine independiente norteamericano, director que me causó muy buena impresión con su "Living in Oblivion" (1995), que pude ver en al ahora desaparecido ciclo de "Cine Sin Techo" y cuya historia va acerca de un cineasta independiente (valgan las redundancias) y las vicisitudes que éste pasa en el rodaje de una película, que cuenta en su elenco con dos de sus actores fetiches, Catherine Keener (que interpretó al amor obsesivo del titiritero en Being John Malkovich) y Steve Buscemi (el recordado Mr. Pink de Reservoir Dogs).
En Delirious DiCillo se mete en el mundo paparazzi. O más bien es el background de una más bien insípida historia de amor que suena a telenovela mexicana. Niño vagabundo sin hogar (pero con buena pinta) conoce a estrella tipo Britney, que a su vez es una niña rica incomprendida y, oh sorpresa, se enamoran a pesar de las diferencias, bla bla bla. Nada nuevo ahí. Por eso, la gracia está en el aderezo. El mundo del espectáculo y los parásitos que viven de él. Es ahí donde surge enorme Steve Buscemi, que da vida a Les Galantine, que vive de tomar fotos entrometidas e incómodas a los famosos. Cínico, engreído, maniático, dota a la cinta de humor y gracia únicos. Es el retorcido gnomo (en palabras del director) que se jacta de tener fotos de Elvis Costello sin sombrero y que ayudará al buenote de Toby (Michael Pitt) a la espera de una jugosa retribución.
Entonces, diríamos que esa es razón suficiente para ver el film. Aunque, es cierto, he de reconocer que tengo debilidad por Buscemi (me acuerdo también del papel del secuestrador en Fargo o del primo de Tony en The Sopranos). En el plano profesional, claro. Porque si se tratara de otra cosa, para tal caso, elegiría a Michael Pitt. Y este post ya me está saliendo un poco gay, así que mejor lo termino aquí.
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